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Utilizando lápiz, acrílico, tinta, rotuladores y acuarela, las obras de Mariano E. Rodríguez presentan una estética que implica a la figura humana, sometida a una distorsión que oculta la brutal expresión del pintor entre trazos, líneas y marcas de pincel. Sin embargo, todo este proceso se reserva únicamente a los ojos angustiados, injertados en el rostro aparentemente racional del artista. La pieza final descansa sobre una superficie inmaculada, con la intención de establecer un diálogo íntimo entre la mente creativa y la obra creada.
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