EL PESO DE LA LEVEDAD
La fragilidad de la certeza ante la ironía de la existencia
Por Mariano E. Rodríguez

El hombre moderno, seducido por el brillo efímero de lo inmediato desdeña el compromiso y se entrega al culto del placer fugaz, concibiendo la vida como un péndulo que oscila entre la frivolidad y la necesidad; donde la ausencia del destino aligera el curso del tiempo, mientras que su existencia la vuelve insoportable: si no hay destino todo es leve, si el destino existe, todo es peso. Estas categorías, -levedad y peso-, no son meramente conceptuales, encarnan dos formas de comprender la existencia. Por un lado, la levedad se concibe como una forma de libertad sin consecuencias, y el peso, como la necesidad de aceptar aquello que no puede ser de otra manera. Sin embargo, la levedad no es un bálsamo, sino un tormento, dado que una existencia desprovista de significado resulta insoportable y el único antídoto contra ese vacío es el peso, esto es, la inscripción del hombre en la Historia. Ignorar la historia es la estrategia de los contemporáneos para eludir el peso. En consecuencia, la levedad es la ausencia de historia, y el peso la afirmación del tiempo. El hombre no desea ser efímero; le aterra convertirse en algo irrisorio. Es por ello que el peso se presenta como el único medio para dotar de sentido a la existencia. Como una retorcida paradoja, la levedad, cual promete libertad, en su lugar, asfixia; en tanto el peso, destinado a oprimir, confiere sentido. Podemos decir que la humanidad oscila entre el deseo de felicidad y la certeza del sufrimiento. Sin embargo, no toda felicidad es vana, ni todo sufrimiento es vacío. El hombre lo vive todo a la primera y sin preparación, escribió Milán Kundera. Como si un actor representase una obra sin ensayo previo. Pero, ¿qué valor puede tener la vida si el primer ensayo para vivir es ya la vida misma? Por eso la vida parece un boceto. Pero ni siquiera boceto es la palabra correcta, porque un boceto es siempre un borrador de algo, la preparación para un cuadro, mientras que el boceto que es nuestra vida, es un boceto para nada, un borrador sin cuadro. Si esto es cierto, ¿puede algo tener peso? o, por el contrario, ¿todo resulta insoportablemente leve? Este es el dilema central de la obra de Kundera. Si las decisiones de los hombres son una simple estría que no puede corregirse, entonces toda acción resulta efímera, y la historia de la humanidad no es más que un hálito. Así mismo, si todo es peso, si cada acto es una carga que arrastramos hasta el final, entonces la vida se vuelve una condena. De aquí surge la pregunta que da sentido a la reflexión del escritor checo: ¿Qué es preferible, la levedad o el peso? Si bien, la levedad puede resultar seductora debido a su capacidad de eludir el peso de la responsabilidad, del compromiso y el destino, no deja de ser una ilusión peligrosa. La levedad absoluta termina convirtiéndose en un vacío que dispersa al hombre. Pero el mundo no es leve ni pesado en sí mismo, lo que resulta insoportable es la elección.
Dostoievski se anticipa a este dilema existencialista en la obra «Memorias del subsuelo». Allí formula el mismo problema con una pregunta incómoda: «¿Qué es preferible: una felicidad vulgar o un sufrimiento elevado?» La «felicidad vulgar» podría comprenderse como el refugio de lo predecible, la vida disecándose sin grandes estridencias, sin heridas profundas, representa la satisfacción accesible, el placer domesticado, la seguridad de lo conocido. No desgarra, no eleva, no exige. Sin embargo, en su neutralidad se oculta la condena: el lento marchitar de quien nunca se arriesga. El «sufrimiento elevado», en cambio, sería la caída y ascensión en un solo gesto, la exposición a un mundo que no promete redenciones, pero sí profundidad. Es la herida abierta, la conciencia desgarrada de quien anda sin máscara. No garantiza consuelo, pero tampoco engaño, es sostener la mirada que nos devuelve el abismo. Esto significa que la oscuridad no puede resistirse a la presencia de la luz; una tenue llama tiene el poder de dispersar la oscuridad más caprichosa. No hay heroísmo en aceptar el oscuro peso de lo inevitable, tampoco existe el dolor ni la virtud en la comodidad. La vida es solo el intervalo entre la sensación y el olvido. Como precursor de los existencialistas del siglo XX, Dostoievski planteó este dilema en términos que recuerdan a Kierkegaard y Nietzsche: ¿vivir en la inmediatez de los placeres anestesiantes o asumir la angustia como el precio de la conciencia? La única alternativa pareciera ser el sufrimiento que arrastra hacia las profundidades, allí donde la verdad no es confortable, pero sí genuina. El problema, sin embargo, radica en la viabilidad de esta elección. No todos los hombres están dispuestos a abrazar el sufrimiento como forma de plenitud, dando lugar a la paradoja de la libertad. ¿Es válido condenar a quien elige la felicidad mediocre para evitar el dolor? Sartre diría que esta elección define el propósito de cada individuo, y que la autenticidad o la alienación son caminos igualmente posibles, aunque sus consecuencias sean radicalmente distintas. Beethoven inscribió en su último cuarteto de cuerdas una frase que no ha dejado de resonar desde entonces: «Es muss sein» («Debe ser»). No lo hizo como una meditación filosófica, sino como una broma amarga: Cierto señor Dembscher le debía a Beethoven cincuenta marcos, y el compositor que jamás tenía un céntimo, se los reclamó. «Muss es sein?» («¿Debe ser?»), suspiró desolado el señor Dembscher y Beethoven se echó a reír alegremente expresando «Es muss sein!» («¡Debe ser!»). Inmediatamente anotó aquellas palabras y escribió una pequeña composición para cuatro voces: tres voces cantan «es muss sein, es muss sein, ja, ja, ja», («tiene que ser, tiene que ser, sí, sí, sí») y la tercera voz añade: «Heraus mit dem Beutel!», («¡Saca el monedero!»).
Un año más tarde, el mismo suceso fue la base de la cuarta frase de su último cuarteto Op. 135. Sin embargo, Beethoven ya no pensaba en el monedero de Dembscher; «es muss sein!» le resultaba majestuoso, como si la frase la enunciase el propio destino. El alemán es un idioma de palabras pesadas, por ello, para reforzar el significado, Beethoven tituló la última sección de su obra «Der schwer gefasste Entschluss» («Una decisión de peso»). De modo que, «Es muss sein!» ya no era ninguna broma, sino una referencia al peso de existir, una condición que resulta inherente al destino, porque la levedad sin peso es insoportable. Elegir el peso es elegir la existencia con todo su dolor y trascendencia. De este modo, Beethoven convirtió un episodio trivial en un cuarteto, una broma en una verdad metafísica. Como Parménides, transformó lo negativo en positivo, el peso en levedad. Aquello que comenzó siendo un boceto se convirtió en una gran obra. Esto significaría que lo positivo es lo único real, mientras que lo negativo, según el filósofo presocrático, no tiene cabida en el pensamiento. Lamentablemente, no sabemos pensar como Parménides.
En ocasiones me he preguntado qué estaría pensando el escritor checo momentos antes de su muerte. Tal vez escribía otra novela, tal vez imaginaba a sus lectores debatir sobre el peso y la levedad de la existencia sin llegar jamás a una conclusión definitiva. «¡Pobres criaturas, tan ávidas de certezas en un mundo que se burla de ellos en su constante cambio!» Kundera y Dostoievski nos dejaron con una pregunta retorcida, algo propio de los ironistas, un auténtico regalo envenenado, una musa caprichosa que requiere ser cortejada con paciencia para que ofrezca respuestas claras. En última instancia, elegir entre la levedad y el peso es una decisión propia. No existen respuestas simples, solo la necesidad de afrontar lo absurdo de la vida, y buscar en ella un sentido propio.

String Quartet Op. 135 (1826). Autograph, beginning of 4th movement.
The movement bears the famous heading, already referred to: "Must it Be? It must be."
*En La insoportable levedad del ser, Milan Kundera desarrolla la dicotomía entre levedad y peso desde una perspectiva filosófico-existencial, inspirándose en la idea del "eterno retorno" de Nietzsche. La levedad implica una existencia sin consecuencias definitivas, marcada por la fugacidad y la ausencia, mientras que el peso se asocia con la responsabilidad y la carga de las decisiones irreversibles. Técnicamente, Kundera emplea una estructura fragmentaria y polifónica, alternando reflexiones ensayísticas con la narración ficcional, rompiendo la linealidad temporal y desdibujando la frontera entre autor y narrador. Su estilo, que combina lo narrativo con lo filosófico, refuerza la ambigüedad de la condición humana, dejando la cuestión sin resolución definitiva.
*El personaje principal de "Memorias del Subsuelo" es un hombre de mediana edad, un ex funcionario que se ha retirado a una vida de aislamiento y reflexión. Es un ser anónimo, sin nombre propio, que se define a sí mismo como un "hombre del subsuelo", un individuo que se ha alejado de la sociedad y de sus valores. Es un personaje contradictorio y complejo, que se debate entre su deseo de felicidad y su necesidad de autenticidad. Es un hombre inteligente y sensible, pero también cínico y amargado. Se siente superior a la "multitud", pero al mismo tiempo se siente solo y aislado. El personaje de "Memorias del Subsuelo" es un arquetipo del hombre moderno, un ser alienado y consciente de su propia insignificancia. Es un personaje que nos invita a reflexionar sobre la naturaleza humana y la complejidad de la existencia.
*El Cuarteto de Cuerda Op. 135 (1826) de Beethoven sigue una estructura clásica en cuatro movimientos, pero con la síntesis y expresividad de su última etapa. El Allegretto inicial, en forma sonata, combina claridad temática con giros armónicos sutiles. El Vivace, un scherzo en Re menor, destaca por sus síncopas y contrastes abruptos. El tercer movimiento, Lento assai, en Si bemol mayor, introduce una atmósfera contemplativa con armonías expansivas. Finalmente, el Grave ma non troppo – Allegro, con la célebre dialéctica entre Muss es sein? y Es muss sein!, estructura su material temático con variaciones y modulaciones, resolviendo la tensión en una afirmación conclusiva.