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Ancla 1

LA IMPOSICIÓN DEL ESPACIO Y LA DISCRECIÓN DEL ENCUENTRO 
UNA ÉTICA DE LA COMPOSICIÓN EN LA IMAGEN 

Artículo de Mariano E. Rodríguez 

Las fotografías que integran la sección Phone de mi sitio personal fueron capturadas con diversos dispositivos móviles. La mayoría de ellas datan de mi etapa como estudiante de Filosofía. Por esta razón, la imponente arquitectura de la universidad deviene como signo imperante. En contraste, aquellas imágenes que rompen con esta coherencia estética son el producto del trayecto hacia el instituto. Responden a un encuentro con lo efímero —un rincón, un objeto inadvertido— que abre nuevas lecturas del espacio circundante, donde cada imagen pertenece a una mirada, y cada mirada a una interrogación. La imagen, en todas sus formas, sea una fotografía, un dibujo o una pintura, representa un lenguaje que trasciende los medios que la crean. El resultado no se encuentra determinado por la herramienta empleada, sino por la mirada que la compone. Roland Barthes lo decía con claridad: lo que cautiva no es la técnica ni el aparato, sino el punctum, ese punto de contacto que nos perfora, nos atraviesa. En este sentido, la creación de imágenes no se limita al dispositivo; estos son meros conductores. Lo relevante radica en la capacidad del autor para ordenar el caos visual, de transformar el flujo desordenado de líneas y formas que nos rodean, en un discurso coherente. El arte de la composición, entonces, no es una habilidad técnica, sino un acto profundo de observación. Quien sabe componer no solo mira, sino que ve; ve las líneas que el resto ignora, identifica las estructuras invisibles que subyacen en el mundo físico. El artista no debe buscar representar lo más fielmente posible el mundo, por el contrario, debe elegir qué incluir y qué dejar fuera. Es el acto de dibujar con la luz, el espacio o la forma, de captar lo que no siempre es evidente. No basta con mirar, hay que aprender a ver: a deslizarse entre lo sublime y lo trivial, arrancar del mundo esa belleza efímera que los demás pasan por alto. La herramienta utilizada se convierte en algo secundario si detrás hay una mirada que entiende la composición como un boceto invisible. Crear es un ejercicio de ordenación, un acto íntimo de discernimiento visual. Quien logra este orden puede transformar cualquier escena cotidiana en una obra que toca lo profundo, lo esencial de la experiencia humana. Solo la mirada que sabe ordenar el caos, que entiende la delicada geometría de lo fugaz, puede elevar lo cotidiano a la categoría de lo eterno. Y así, en esa alquimia del ojo, se revela la verdad: lo que importa no es el medio, sino la capacidad de ver más allá del velo de lo inmediato.

Artículo Narrado

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