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La concepción moderna del arte: autonomía, nihilismo y búsqueda de la pureza

La modernidad ha transformado significativamente el concepto que define una obra de arte, modificando tanto el papel del artista como el propósito de la obra artística. En el arte contemporáneo el artista es visto como una entidad autónoma, operando en un aislamiento creativo absoluto, desligado de presiones externas, ya sean sociales, políticas o incluso históricas. Este aislamiento puede ser considerado necesario para la creación de una obra que surge como un producto de sí misma, despojada de interpretaciones que puedan contaminar su esencia.

En el contexto moderno, el artista ya no es simplemente un creador de imágenes o un artesano, sino una figura que existe en un estado de absoluta autonomía. Esto implica una independencia radical de influencias externas, permitiéndole al artista operar desde un vacío creativo, que convierte la obra en una expresión directa de su individualidad.

La noción del "artista como una isla"—un concepto desarrollado por críticos como Achille Bonito Oliva—es fundamental para comprender esta concepción. El artista, aislado en sí mismo, establece sus propias reglas y lenguajes, construyendo una obra que no responde a ningún imperativo más allá de su propia visión.

Sin embargo, este camino hacia la pureza no es sinónimo de claridad emocional o simplicidad. Más bien, el artista moderno se encuentra inmerso en una profunda incertidumbre que lo convierte en un nihilista, al ser consciente que, en su búsqueda de autenticidad, ha destruido la matriz de su propia motivación. Esta paradoja, en la cual la búsqueda del arte "puro" conduce a la aniquilación de los fundamentos que alguna vez lo inspiraron, es una característica importante del arte contemporáneo.

Con la supuesta liberación de los cánones artísticos, el arte provoca una ruptura con la tradición y la historia. En su búsqueda de lo "puro" o lo "simple", el artista moderno concibe la representación, no como un medio para preservar o comunicar el pasado, sino como una herramienta para destruir la conciencia histórica. La obra se convierte en un acto de rebelión contra el peso del pasado, en un esfuerzo por crear algo que no esté contaminado por las referencias existentes a lo largo del tiempo. Este rechazo de la historia y la tradición es, en muchos sentidos, un intento de liberar al arte de las narrativas que han dictado lo que debe ser significativo o valioso, una obra de arte o un absurdo.

El concepto de pureza en el arte moderno no implica, necesariamente, simplicidad; en términos de técnica o ejecución. Actualmente, Una obra puede ser definida como un objet trouvé, cargado de humor, que no puede transmitir más que espanto, y su “valor conceptual” es sólo para un ámbito excesivamente dominado por la etiqueta. Por lo tanto, la obra se convierte en un objeto ordinario que sólo el contexto y la intención pueden convertir en una pieza artística. Es el reflejo de un trastorno mental que la modernidad interpreta como una figura autónoma, aislada y nihilista que lucha por crear en un mundo vacío de significados.

Esta búsqueda de pureza, aunque liberadora en cierto sentido, también conlleva una profunda angustia, ya que implica la destrucción de los cimientos sobre los que se ha construido la motivación artística. La obra resultante es un testimonio de esta lucha, una expresión de la tensión entre la autonomía y el vacío, entre la pureza y la desesperación.

©All works belong to Mariano E. Rodríguez, 2024
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